Comparto a continuación un artículo publicado en el Suplemento de Comercio Exterior de La Nación de hoy (ver aquí enlace).
Su autor, Carlos Rafaelli, además de ser el Gerente de la Cámara de Comercio Exterior de Santa Fe, es un destacado profesional con vasta experiencia en la internacionalización de empresas.
Además es un gran amigo y una excelente persona, por lo que me alegra que su aguda mirada pueda ser difundida en un medio de alcance nacional. Espero ésta sea la primera de muchas otras notas más.
El comercio exterior ha dejado de ser una meta en sí mismo para las empresas de nuestra región.
La Argentina ha sido y es un país bastante ciclotímico a la hora de definir su política de comercio exterior y tuvimos numerosos inconvenientes para definir su vinculación con el mundo. Este comportamiento no sólo genera desconcierto en los compradores, sino en las mismas empresas locales, ya que nunca tienen claro si es necesario seguir invirtiendo en maquinarias y materia prima con las que luego no sabrán qué hacer si se instrumentan políticas que desalientan en comercio internacional.
Lejos parece quedar el tiempo en que numerosos empresarios se mostraban ansiosos por incorporar nuevos procesos productivos, viajar a ferias internacionales y en misiones comerciales con la única y saludable intención de conquistar nuevos clientes y mercados.
La sensación es que en muchos aspectos el mercado interno es demasiado importante y que les permite a la mayoría de nuestras empresas encontrar la rentabilidad que otrora les reportaba el mercado externo. Si bien en sí mismo no representa un problema, sino más bien un signo positivo, genera sus inconvenientes a la hora de seguir produciendo aquellos productos destinados a los clientes internacionales.
El tema central de la mayoría de los exportadores es la pérdida de competitividad de sus exportaciones, situación que se hace más notoria en aquellas empresas, que producto de la notable recuperación de las exportaciones argentinas a partir del 2002, volcaron gran parte de su producción al mercado externo. Esta situación es resultado de un sencillo análisis.
Ningún producto, por más valioso que sea, resiste la acción de dos fuerzas contrapuestas: por un lado, precios mundiales tendientes a la baja (productos industriales con sobreoferta a mundial, no commodities), y por otro lado, alza de precios de materias primas, materiales e insumos en el mercado interno a un promedio del 20/25% anual, a los que hay que sumar el ajuste salarial producto de las paritarias.
A esto se le se suman las restricciones a las importaciones que afectan la provisión de insumos o partes destinadas a la ampliación de la producción (esta situación en muchos casos, genera en los exportadores retracción a la hora de buscar nuevos clientes, ya que no saben si podrán luego cumplir con los compromisos asumidos).
En otros casos, impiden la captación de nuevos mercados, producto de represalias por parte de los países que se ven afectados.
También debe agregarse la coexistencia, por un lado, de la obligación del pago de los derechos de exportación, y por otro lado, el bloqueo en el pago de los reintegros. Ambos con un fuerte impacto sobre la competitividad (hay que considerar que una empresa industrial si es pasible de ambas restricciones tiene por un lado, la obligación de pagar el 5% de retenciones y por otro lado, deja de cobrar el 5% aproximadamente en concepto de reintegros.
En el interior
Uno podría destacar algunos problemas que se presentan para los exportadores del interior pero que no son exclusivos de nuestra región, sino más bien, producto de una concepción de país cuyas decisiones están muy concentradas en la Capital Federal. Se nota así:
- Inexistencia o no funcionamiento de delegaciones en la provincia de organismos nacionales específicos (por ejemplo, INAL).
- Los certificados SGP sólo se tramitan en la sede del Ministerio de Industria de la Capital.
- La obligación para las empresas que operan por la aduana de Santa Fe de pagar servicios extraordinarios cuando los mismos son brindados en horarios fuera de la jornada habitual.
- Pocas opciones para el envío de cargas consolidadas realizando aduana en origen.
- Dificultad para el posicionamiento de contenedores en el interior, en parte, por las restricciones a las importaciones.
Es bien sabida la calidad de nuestros productos y la destreza de nuestros empresarios a la hora de salvar situaciones delicadas y reponerse casi de manera sorprendente (tal como sucedió con el fin de la convertibilidad). Entonces, cabe la pregunta: ¿debemos esperar a ingresar en una instancia terminal de esta crisis, o es mejor adoptar aquéllas medidas que la reviertan en esta altura de su evolución?
El reclamo de nuestras empresas es coincidente: políticas de Estado que perduren en el tiempo, promoviendo el comercio exterior y protegiendo el trabajo argentino. Desorienta el cambio permanente de reglas, muchas de ellas ni siquiera escritas.
Baja interanual
Las exportaciones de la provincia de Santa Fe acumularon en el primer cuatrimestre de 2013 un valor de US$ 2448 millones, lo cual implicó una baja interanual del 50,8%.
Las cantidades comercializadas también se redujeron en 56,8% a pesar de los mayores precios internacionales. Las restricciones a los productos importados, así como la menor demanda mundial, principalmente desde Brasil y los países europeos, llevaron a que las exportaciones se contrajeran considerablemente.
En términos nominales, la evolución de las exportaciones fue desfavorable, mostrándose la mayor caída en las manufacturas de origen agropecuario (-69,3%), seguidas por las manufacturas de origen industrial (-45,1%). Los principales destinos de las exportaciones santafecinas en los primeros cuatro meses de año fueron: Brasil (24,3%) con una caída del 5,9% respecto del año anterior, y Chile (4,7%).
Los únicos compradores que han registrado un incremento de las ventas externas fueron EEUU (48,3%) que aumentó las compras de cereales y productos químicos; y Uruguay (11%) adquiriendo harina y aceite de soja.
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