Acaso me he convertido en un brujo.
El sonido de mi voz desvanece el llanto.
El olor de mi piel desafía el miedo y transmite paz y seguridad.
Un caricia de mi mano y se esfuma la pena.
Mas no soy brujo. Ahora soy el papá de Julia, más prodigioso que el hechicero más prodigioso.
Pero existe un encantamiento aún más fuerte que el mío.
Apenas una luminosa mueca de felicidad, los ojos redondos como soles cuando escucha su nombre, un suspiro cuando duerme…
Entonces comprendo que esto no es magia, es mucho más fuerte, ancestral.
Es… divino.
4 de julio de 2010
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