El 2º Informe del Observatorio de Importaciones tuvo muchas repercusiones, especialmente al reportar el ingreso de algunas partidas de frutillas congeladas (fuente: Penta-Transaction).
El dato motivó un sinnúmero de manifestaciones públicas de preocupación por parte de productores frutilleros y de autoridades provinciales.
El suplemento Campo Litoral del fin de semana pasado también abordó este asunto en su nota de tapa bajo el título "Cómo competir, esa es la cuestión". Allí, el autor Juan Manuel Fernández escribía la siguiente introducción:
"La compra en el exterior de 120 toneladas de frutillas congeladas reavivó la preocupación en el gobierno provincial por el ingreso de mercaderías importadas al país. Inmediatamente el tema se instaló en la agenda pública, extendiendo la incertidumbre a los productores de la región, que comenzaron a temer que las industrias recorten el precio de la materia prima.
Fueron tres operaciones, hechas en mayo, junio y julio desde Polonia, China y Marruecos, pero sólo 22 toneladas ingresaron a Santa Fe a través de Conosud SA, una fábrica de Desvío Arijón que circunstancialmente -ante la falta del producto en el mercado local- tuvo que cumplir un compromiso con un importante cliente.
La producción nacional de frutillas ronda las 25.000 toneladas, de las cuales entre 10.000 y 12.000 corresponden a Santa Fe, por lo que el volumen importado, hasta ahora, no representa -en términos de mercado- una amenaza real. En cambio, el precio al que llega esa mercadería desde miles de kilómetros es más bajo que el local y eso sí es una señal de alarma. Mientras un kilo de frutilla congelada arriba al puerto de Buenos Aires a u$s 1.20 el kilo, el valor FOB del producto nacional es de u$s 1.90.
Los actores del negocio interpretan que esta es una prueba más del serio problema de competitividad que tiene la economía nacional (vale recordar el meneado ejemplo de una carga de granos que paga más en flete desde Salta a Rosario que desde el puerto a China). Sin embargo el debate se plantea en un terreno maniqueo: importaciones sí o no. Se desconoce así, que quien quiere vender al mundo no puede negarse a comprar. Y que el cierre de fronteras es un lujo que, en el concierto del mercado mundial, muy pocos pueden darse."
Esta semana el Jefe de Gabinete de Ministros Marcos Peña concurrió a la Cámara de Diputados a efectos de brindar su Informe periódico de Gestión, y la Diputada Nacional Gisela Scaglia -electa por la provincia de Santa Fe- lo consultó por este asunto (click aquí). La respuesta del funcionario fue:
"Respecto de la inquietud planteada sobre el tema de las frutillas, existió una importación de 0,6 toneladas, o sea 600 kilos de frutilla fresca. Es un volumen poco significativo para lo que es la producción general del país. Básicamente, se efectuó durante los meses de mayo y junio por problemas de oferta de la producción local, debido a los fríos intensos que retrasaron la fructificación del cultivo y la oferta adecuada. Actualmente, la frutilla viene de Tucumán y de Coronda, provincia de Santa Fe.La importación de frutilla tampoco reviste importancia negativa para la producción nacional. En este sentido, también sabemos que hubo algunas dudas en cuanto al tema de las zanahorias y otras producciones. Insistimos en que cualquier modificación ha sido muy poco significativa en relación con el volumen total de nuestra producción. Todo esto fue producto de las inundaciones o conflictividades que se presentaron. (extraído de la versión taquigráfica)"
¿Alerta roja?
El dato objetivo de la importación nos permite realizar varias lecturas. Y algunas pueden resultar antipáticas para ciertos sectores, pero no por ello menos ciertas.
Lo primero que debemos analizar es la cantidad de frutillas importada: hablamos de 120 toneladas, unos 5 contenedores.
Considerando los datos mencionados por Juan M. Fernández en su nota de más arriba, estas cifras representan un 0,60% de las 20 mil toneladas que se producen en Argentina.
Las opciones para restringir este ingreso son la aplicación de derechos más elevados (estamos condicionados por el MERCOSUR), la aplicación de derechos anti-dumping o compensatorios (para ello debe iniciarse un procedimiento y determinar la existencia de dumping o subsidios), o la aplicación de salvaguardias/licencias no automáticas. Esta última posibilidad, bien aplicada, requiere la determinación de un daño o amenaza cierta a la producción nacional, y luego de su cuantificación se podría establecer un cupo.
O tal vez la solución pase por fijar alguna barrera fitosanitaria, respetando las pautas de la Organización Mundial del Comercio.
Cabe indagar además sobre las posibles causas de estas importaciones.
¿Se trata de mercadería con características especiales de azúcar, tamaño u otra particularidad?
¿Se trata de productos orgánicos, kosher, o halal?
¿Se procuró adquirir en el exterior mercaderías que no se pudieron comprar en el mercado interno?
La nota de CampoLitoral recoge el testimonio de uno de los importadores. Su explicación fue que la compra de mayo "obedeció a la necesidad de cumplir una entrega de mercadería a un importe cliente de nivel nacional. Según el empresario había agotado su stock y no encontró mercadería en el mercado local, por lo que debió recurrir a la importación."
Otro de los puntos que provocó escozor en los productores locales es el precio de la mercadería importada.
La operación de Mayo declaró un precio FOB-Polonia de USD 1,29/ton, y un precio CIF de USD 1,37/ton.
La operación de Junio indicó un precio FOB-China de USD 1,23/ton. El precio CIF fue USD 1,26/ton.
Por último, en la importación de Julio se declaró FOB-Marruecos USD 1,37/ton, y el CIF unitario fue 1,56.
El ingreso de mercadería a precios notoriamente más bajos que los reportados por la producción nacional significa un llamado de atención por diversos motivos.
Por un lado, productores y autoridades deberán repasar la estructura de costos de producción y comercialización de la mercadería, tratando de detectar las debilidades y oportunidades de mejora. Por el otro, queda expuesta la posibilidad de industriales y cadenas de supermercados de abastecerse en el exterior a precios más competitivos que los locales, manteniendo su rentabilidad, lo cual termina por perjudicar al productor. Y para peor, este panorama no le garantiza al consumidor que el producto llegue a la góndola a un precio más bajo.
Otro dato preocupante -que también merece la atención de los empresarios y autoridades- surge al contrastar los valores de importación con los precios de exportación de la frutilla argentina. A renglón seguido, un detalle de las exportaciones de frutilla congelada, obtenido del software Penta-Transaction.
Se advierte que los valores FOB documentados resultan unos 20 o 30 centavos más altos que los precios CIF declarados en las tres importaciones bajo comentario.
Es decir que la frutilla extranjera llega a los puertos argentinos (luego de soportar gastos de despacho, aduaneros, bancarios, fletes y seguros internacionales, etc.) a un precio mucho más bajo que la propia mercadería nacional, que se despacha desde Coronda o Tucumán hasta Buenos Aires o Mar del Plata.
Estamos aún más complicados si reparamos en que nuestra frutilla criolla arriba al puerto a un precio FOB por tonelada de USD 190, contra la frutilla polaca a USD 137. En una puja por abastecer a consumidores de otras latitudes los frutilleros argentinos vienen rezagados, y aún con mucho esfuerzo la diferencia de precio parece dificil de limar.
Se advierte entonces, que estas las tres operaciones de la discordia desnudan más preocupaciones para abastecer el mercado global que para abastecer las góndolas locales.
Al menos por ahora.